Sergi Gustavo Soler
Cosa de hombres
Estaba parado junto a la mesa y no sabía
cómo decírselo. Lo había pensado en detalle y teniendo en cuenta todas las
variantes posibles. Se había armado de todo el coraje que nunca antes había
tenido. Pero al momento de enfrentar su rostro, todo ese envalentonamiento se
esfumó como arena entre las manos. Quiso gritar entonces pero algo atenazaba su
garganta y no le permitía emitir sonido alguno.
Ella lo miraba con dulzura, la eterna dulzura
que había logrado domesticarlo. Al no poder hablar, siguió el movimiento de sus
labios que le decían:
-
Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre en labios de una
mujer.
Y, seguidamente, escuchó a esa inolvidable
voz, a esas melodiosas cuerdas vocales, que arpegiaban su nombre.
-
Damián, te quiero.
Esas tres palabras obraron el milagro.
Desapareció la piedra que apesadumbraba su garganta, el temblor de brazos y
piernas feneció inmediatamente y la sangre comenzó a fluir a raudales por sus
venas, inflamándolo de la hombría que necesitaba para transmitir semejante
mensaje.
-
Damián, te quiero -, repitió esa voz que desparramó a su alrededor la más
hermosa de las feminidades. Ése era el momento, no habría otro después.
Carraspeó y, con el tono más varonil que podía despedir su voz, le espetó:
- Yo
también te quiero, mamá. Hoy no me hice pis en la cama.
Locurita
“Vivo con un enano en la cabeza” me dijo a
boca de jarro al tiempo que me invitaba a espiar por el orificio de su oído
derecho, desde donde, aseguraba podía tener mejor panorama. “Le gusta pasear
por el hemisferio. Las estrías y los lóbulos, son cómodos para sus caminatas”,
agregó.
Yo, que al fin y al cabo únicamente que ría
levantármela, le propuse un acertijo, una pavada, ¡bah!, algo sin sentido como
para hacerle creer que le seguía la corriente. Adopté una pose intelectual y le
susurré: “Si partimos de un Alzheimer galopante, no se puede”. Y me agrandé.
Entonces le grité: “¡Yo soy la musa inspiradora de la noche!”.
“¡Andate a la puta que te parió!”, respondió
indignada. “¡Que te creés, que te estoy loca!”, gritaba ahora ella mientras se
alejaba.
De su oído derecho se asomaba una cabecita
barbuda y sonriente. Me tiraba besitos…
De cervezas, amores y añoranzas
Fin
de la intensa jornada. El calor y la cercanía de la playa convocan a la charla
distendida y tientan a los labios secos, resecos, ansiosos de embeberse en esos
inmensos vasos de cerveza tirada con gotas resbalando sobre las mesas.
Los
tres amigos ceden sin mucha resistencia. El bar frente al mar los acurruca y
los aísla de la muchedumbre que va y viene
a lo largo del camino costero.
La
primera ronda, tragada a mansalva, sirve simplemente para aplacar la sed. La
segunda, con la bebida sorbida morosamente por la boca de los tres
parroquianos, empieza a aligerar pensamientos y charla se torna confusa. Los
tres quieren hablar, se sienten bien, creen que la felicidad es simplemente
eso, estar ahí, dejar correr el tiempo, ver pasar a la gente, y embotarse de
cerveza.
La
tercera vuelta, la perfecta según un escritor británico, desabrocha y
desparrama la nostalgia. De repente la tarde se ha puesto fría y la vista
acuática se ha afeado. El mar sigue incólume invadiendo el territorio de la
arena.
Empieza
el más joven. Lamenta no tener a nadie a su lado con quien compartir cada
momento, no disponer de un hombro sobre el cual llorar o apoyarse, o una
cabellera a la cual acariciar. Pero la cerveza aminora la desesperanza.
La
única mujer del trío, por su parte, espera ansiosa una llamada, un mensaje por
correo electrónico o en su teléfono celular, de alguien que le prometió una
vida de a dos desde el otro lado del mundo. Hasta ahora ese maldito no ha dado
señales de vida. Siente en su fuero más íntimo que es casi improbable que
reciba lo que espera. Pero la cerveza estimula su esperanza.
El
más maduro, a su vez, con la piel curtida por los aires de tantos mundos, no
quiere o no puede reconocer el error de haber dejado escapar al amor de su
vida. Pero la cerveza acrecienta el remordimiento.
A
los tres los espera el desamor a la vuelta de la esquina, en este balneario
ocasional, y al regreso de las vacaciones, y al comienzo de cada día, y
siempre, siempre, siempre.
El
mar sigue incólume invadiendo el territorio de la arena.
Ellos
no saben que integran la innumerable prole que, acaso acérrima, adhiere a
aquella frase que los pinta de cuerpo y alma, esa que dice que nunca se debe
subestimar la fidelidad que cada quien le guarda a sus viejos dolores.
Abelardo
Castillo seguramente no sabe que logró pintar de tristeza la tarde de los tres
turistas en una lejana playa de Australia. El universo no se desbarrancará en
terribles cataclismos. La cerveza seguirá regando y envenenado las gargantas y
los corazones de la mujer y sus dos amigos.
El
mar sigue incólume invadiendo el territorio de la arena. El amor, mientras
tanto, espera. Como siempre lo ha hecho.
Lectura de sus trabajos
Visitadora
Otra
vez me visita. Podría afirmar que es como una amiga más. En este ambiente y en
estas circunstancias sus venidas son hasta una novedad. ¿Por quién será esta
vez? El que más posibilidades tiene de ser llevado es el viejo Abel, el que
come gusanos y cucarachas. También puede ser Nicasio, quien está cumpliendo
firmemente su promesa de no comer durante treinta y ocho días. De algo estoy
seguro: Tampoco en esta oportunidad es mi turno. Lo sé por la sonrisa que me
regala cuando pasa. Siempre me sonrió cada vez que vino a verme. Recuerdo
aquella primera vez, cuando arrastró a mi hermano al precipicio. ¡Cuánto la maldije
mientras me sonreía! Luego, cuando lo sedujo a mi padre. Ese día nos sonrió a
ambos. Pero él no la veía. Yo sí. Y observaba cómo con sus suaves caricias y
besos le hizo colocarse el revólver en la sien y apretar el gatillo. Luego me
explicaría que lo había hecho para aliviarle la pena al pobre viejo por la
muerte de mi hermano, de la cual nunca se había repuesto. Cuando vino a buscar
a mi madre le recriminé no haber llegado antes ya que el cáncer era muy
avanzado.
Cientos
de veces advertí su presencia, pero ellos nunca se dieron cuenta. Recuerdo las
veces que intenté avisarles, para que se prepararan a recibirla. Siempre se me
reían en la cara. Murmuraban. Alguno de ellos debe haber pedido que me trajeran
aquí.
Ahora
la estoy viendo pasar. Siempre sonriéndome. Ahora se detiene. Mira en derredor.
Creo que ya ha elegido. Mientras me acurruco entre las frazadas, observo cómo
cae el director, resoplando y apretándose el pecho. Siento el golpeteo de los
raudos pasos de los enfermeros que corren prestos a asistirlo. Al cerrar los
ojos, la veo alejarse, siempre sonriente, por la puerta principal del
manicomio.
De cómo se resuelve una situación difícil
El gélido viento se
desparramaba por toda la planicie quemando las mejillas, manos y orejas de los
pocos sobrevivientes que quedábamos. La fuerza arrolladora del enemigo nos
había hecho retroceder hasta esa barrera imposible de franquear, un muro de
piedra y montaña que preanunciaba el fin.
Ordené parapetarnos
entre los peñascos. Avanzaban tranquilamente, regodeándose de su aplastante
victoria. Su máximo placer era jugar con nosotros, en esa caza del gato y el
ratón que terminaría con nuestra muerte. Adelante, su gigantesca figura.
Alguno de los
nuestros descubrió la casa abandonada al pie de la barranca. Hacia allí
corrimos. Hacia allí se dirigieron. Entrar y bloquear puertas y ventanas fue un
solo acto, instintivo. En la penumbra se oían los rezos. El golpe de una piedra
o un tronco, no recuerdo, destrozó la puerta. Me encomendé al Altísimo y, muy
cuidadosamente, me asomé.
Lo ví llegar.
Detenerse muy cerca de donde yo estaba. Con ese aire fatal que tanto lo había
ganado. Demorando el paso hasta la inmovilidad, llegó a la puerta. El sol
alcanzó a hurtar un breve destello al oro indiscutible del anillo. Después
–para mi pavor y asombro-, entró.
No sé qué fuerza
invisible me obligó a cargar la honda y lanzar la piedra. Mientras los enemigos
huían desconcertados, Goliat caía pesadamente como marioneta desarticulada por
el frío suelo de arena y piedra con el cráneo destrozado.
Sergio Soler
Información Profesional:
Licenciado
en Lengua Inglesa, egresado de la Universidad del Salvador de Buenos Aires.
Profesor
de Idioma Inglés, egresado del Instituto Superior Juan XXIII de Bahía Blanca.
Traductor
técnico y profesor universitario en la Armada Argentina.
Corrector
estilográfico en editoriales y en medios gráficos capitalinos, del interior del
país y de la Armada Argentina.
Periodista
de medios gráficos y radiales.
Información Literaria:
Autor
del libro titulado “Catálogo de Amores Desolados”, serie de microcuentos; co-autor del libro de cuentos y poemas
“Convergencia” junto a Héctor Pedro Soulé Tonelli.
Integró
antologías nacionales e internacionales. Redactor columnista del diario La
Nueva Provincia. Corrector y colaborador del diario digital y de la revista
Gaceta Marinera de la Armada Argentina. Redactor y corrector de la revista
literaria Locos en su Tinta, del
Círculo Literario Punta Alta, dirigida por Gladys Acha y de la revista de
divulgación histórica El Archivo, del
municipio de Coronel Rosales. Colaborador en distintos medios gráficos y
revistas del interior del país, y corresponsal de la revista cultural digital El Escupitajo de Oro, dirigida por
Jonatan Lipner.
Presidente
de la Comisión Directiva del Círculo Literario Punta Alta. Integrante de la
Peña de Escritores Rosaleños 13 de Junio y de las comisiones de la Filial N° 5
de SALAC Bahía Blanca – Coronel Rosales Sociedad Argentina de las Artes, las
Letras y las Ciencias), y de la agrupación bahiense Voces del Viento.
Coordinador
del taller literario “Las Musas Deben Estar Locas”, de la Biblioteca Popular
Martín Allica, de la Sociedad de Fomento del barrio 12 de Octubre, Bahía
Blanca; del taller “Radiógrafos de la Palabra” de la Fundación Ezequiel
Martínez Estrada de la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca y del Taller
“De la Estación”, del Complejo Cultural Estación Solier de la Municipalidad de
Coronel Rosales.
Jurado
en distintos concursos nacionales e internacionales. Conferencista en diversos
encuentros y congresos de escritores nacionales e internacionales.
Ganador
en certámenes nacionales e internacionales.
Co-autor,
junto a la escritora Gladys Acha del blog aladelaberintosalados.blogspot.com.
Lectura de la Ponencia
PONENCIA
Monstruos de la imaginación
Los monstruos, o cualquier criatura concebida terrible,
deforme, extraña y malvada (o, en cualquier caso, lo suficientemente caótica y
pérfida como para provocar maldades) son seres que han fascinado al hombre desde siempre. Esto, como era de
esperarse, se ha reflejado en la literatura universal.
Muchos
de ellos provienen de nuestros miedos atávicos, de cuyos ejemplos podemos citar
a la bestia que se esconde en la oscuridad, donde no podemos verla, aquella que
nos clavará sus garras y sus colmillos mientras dormimos. Surgen de lo
desconocido, de la enfermedad, de la muerte y hasta de la podredumbre. Pero, y
para peor, se actualizan poco a poco,
se aggiornan, para adaptarse al tiempo y a sus nuevas exigencias de
representaciones de entidades de destrucción.
De
este modo podemos encontrarnos con monstruos clásicos, cuya leyenda nos
persigue desde épocas antiguas –la banshee, el vampiro, el hombre
lobo, el fantasma, por citar a los más populares- o con monstruos actualizados
– tales como el supervillano que busca dominar el mundo o acabar con la
humanidad, el alienígena repulsivo y homicida, el asesino en serie.
La literatura parece cada vez más interesada en
describir a monstruos realistas, presentes entre nosotros, como el mencionado asesino, e
incluso se narran historias desde la perspectiva del ser monstruoso que, muchas
de las veces, no es más que una criatura
mal entendida que se rige por códigos éticos o políticos diferentes a las
personas “normales”, o que representa, simplemente, aquello que el
hombre considera diferente.
Elaborar
un listado de monstruos literarios clásicos es, a fuer de verdad, un proyecto
ambiciosos y puramente subjetivo. No se pretende en este escrito efectuar
tamaña tarea que, además de demandar una exhaustiva investigación por parte de
especialistas, incorporaría tamaña cantidad de páginas que excedería los
límites de una ponencia.
Cualquier
lista de monstruos suele empezar por la obra de Mary Shelley y es fácil
entender por qué. La criatura revivida del Dr. Frankenstein asusta no sólo por
su condición de muerto viviente, de zombi consciente aunque en muchas
adaptaciones posteriores se lo convirtió en una fiera torpe, sin inteligencia
ninguna y atormentado por su propia naturaleza), sino por la manera en la que
fue concebida, aquella noche en la
que Shelley soñó su terrible pesadilla y decidió compartirla durante la misma
sesión de cuentos de terror de la que surgirían dos de los monstruos más
famosos de la historia literaria: la criatura de Frankenstein y el vampiro romántico, que tomó forma en la
narración iniciada e inspirada por su esposo, Lord Byron finalmente atribuida
a John William Polidori: el
vampiro.
El muerto revivido ha tenido miles de
interpretaciones a lo largo del tiempo, y se recrea en el pánico hacia aquello que
sobrevive en un mundo desconocido, el de la muerte, atribuyéndole maldad y caos
en su desdén hacia lo vivo. Hoy en día adopta, además, nuevas formas gracias a
los avances tecnológicos, e Isaac Asimov llegó a acuñar el término complejo
de Frankenstein para referirse a la fobia hacia los robots. Y es que
el monstruo de Frankenstein es el androide original, creado de implantes
primitivos de carne y tuercas y energía eléctrica, una pesadilla que se asocia
también con la teoría estética del
valle inquietante, una hipótesis que afirma que si algo antropomórfico
actúa y se mueve de una forma muy similar, pero no idéntica, a la humana, nos
causa una gran repulsión. La criatura de Frankenstein es lo suficientemente
antropomórfica, y a la vez lo suficientemente alienígena ya que proviene de la
muerte, está fabricada de cadáveres y de una energía poco conocida, extraña
como para producirnos rechazo y
terror. Esto, desde el punto de vista del monstruo en sí, dotado de
conciencia, es un material de primera para crear tragedias emocionantes.
Podemos incluir en esa lista, más o menos genérica y
con la que muchos estarán de acuerdo o no, a seres como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El Jorobado de Notre Damme, El Fantasma de
la Ópera, La Momia, El Hombre Invisible, El Hombre Lobo, Drácula, y hasta el
insecto que nos habla a los lectores de La Metamorfosis, de Franz Kafka y al
ser horrible del cuento El Almohadón de Pluma, de nuestro Horacio Quiroga.
Manos a la obra.
1. Pennywise, el payaso bailarín, de la novela “It”, de
Stephen King.
Un payaso terrorífico. El retrato en la versión cinematográfica es
sobresaliente pero en el libro es cien veces mejor. Pennywise, el rey absoluto
en asustar a la gente, es el nombre con el que se presenta y la forma con la
que atrae a la mayoría de los niños. Ha vivido durante millones de años y llegó
a la Tierra a partir de un origen extraterrestre. Tiene la peculiaridad de
aparecerse a una persona en la forma que más miedo le provoque. Hiberna de unos
25 a 30 años y se despierta durante una catástrofe horrible o acto de
violencia. Asume la forma de lo que sea, con el fin de aterrorizar a los seres
humanos, especialmente a niños, cuyos miedos son fáciles de manifestar. Pero su
disfraz más común es como un payaso que lleva globos que flotan contra el
viento. Su primera escena es la escena infame de alcantarillado, en la que se
pone de pie en una alcantarilla de lluvias donde Denbrough Georgie está
buscando a su velero de juguete. Lo único que quiere es comer a la gente que
tiene mejor sabor cuando están aterrados. Se deleita cuando causa dolor
psicológico, emocional y físico.
2. El Balrog de la trilogía El Señor de los Anillos, de JRR
Tolkien.
Es un demonio gigante que se puede envolver a sí mismo en el fuego eterno, y
esgrime un látigo de fuego enorme, y una espada gigantesca de fuego. Tiene
garras de acero, y puede tener enormes alas de como murciélago de la oscuridad.
El propio autor nunca parece haber estado satisfecho con su creación, ya que ha
ido cambiando, pero el personaje en el Señor de los Anillos es tan poderoso que
nadie en sus 5.000 años de historia de la Tierra Media lo puede superar, hasta
que se encuentra a Gandalf.
3. El minotauro de la mitología griega. Es un cruce entre un
humano y un toro y la historia de su creación es muy divertida. El rey Minos
tenía una esposa y reina llamada Pasifae, quien maldijo a Poseidón con la
lujuria de un toro gigante blanco que envió a la isla de Minos, en Creta.
Pasifae se vestía provocativamente y se paseaba al lado del toro lo cual no le
importaba en absoluto. Ella se quejó con su marido hasta que éste ordenó a
Dédalo, su ingeniero de cautivos, construir un toro enorme y hueco para subir a
Pasifae. Así lo hizo y apenas pisó los pastos del ruedo del toro, éste hizo lo
que quiso con ella. Su descendencia era algo monstruoso y maligno, devoraba a
todos los seres humanos que caían en sus manos. Así que Minos ordenó a Dédalo
construir un laberinto gigante para que el minotauro no pudiera escapar. A fin
de mantener al minotauro tratando de encontrar la salida, Minos ordenó que 7
hombres y 7 mujeres fueran arrojados en el laberinto cada año para mantener la
atención del minotauro. Es finalmente asesinado por Teseo, que utiliza un
ovillo de hilo que le dio Ariadna para encontrar la salida del laberinto.
4. Escila de “La odisea”, de Homero. Es también parte de
una de las grandes historias de la mitología griega. La historia es una
metáfora, similar a la de Dédalo e Ícaro, para seguir el camino recto y no
desviarse demasiado de una manera u otra. En la Odisea, Circe informa a Ulises
que su ruta se llevará a través del estrecho de Escila y Caribdis. Caribdis es
un remolino enorme que podría hundir su barco. Será mejor, por lo tanto,
navegar más cerca de Escila y perder unos pocos hombres, en lugar de a todos
ellos. La aparición de Scylla es horrible más allá de la razón: cuatro ojos,
seis largos cuellos estirados, grandes cabezas, desangrándose, con tres filas
de dientes irregulares, tiburón en cada uno. Doce tentáculos como piernas, la
cola de un gato con seis cabezas de perro.
5. Fenris, de la Mitología nórdica. También llamado
Fenrir, es un colosal lobo negro peludo, el hijo de Loki, dios de la travesura.
De acuerdo con el Heimskringla, y las Eddas poéticas en prosa, Fenris ataca y
mata a Odín, el rey de los dioses, en Ragnarok. Ragnarok es el Armagedón
Vikingo, tiempo durante el cual, todos los dioses lucharon y murieron en
batalla. Casi todos los seres humanos serian destruidos en los disturbios, y el
Universo mismo eliminado y recreado de nuevo por el padre de todo. Thor, dios
del trueno, se reunirá con la serpiente cósmica de Midgard, Jormungandr, que
rodea todo el mundo y se muerde la cola. Cuando se libera la cola para luchar
contra Thor, Ragnarok se iniciará, y él y Thor se matan uno a otro. Loki
luchará contra Heimdallr, el dios del cuerno de la sabiduría, y se matarán el
uno al otro. Fenris, por su parte, es un lobo enorme, con un gusto por la carne
humana. Se hace cada vez más grande con cada persona que devora, hasta que, en
el momento de Ragnarok, es del tamaño de un continente o el mundo entero. Su
mandíbula inferior abierta arrastra el suelo, mientras que su mandíbula
superior toca el cielo. Lucha y vence a Odín, entonces se lo traga entero y vivo.
El hijo de Odín, Vithar, rompe las mandíbulas de Fenris y lo empala. En algunas
versiones del mito, Fenris come a Odín, y luego se traga todo el mundo antes de
que Vithar puede detenerlo.
6. Medusa de la Mitología griega. Tal vez es el más
puro en términos de horrores físicos. Medusa es la hija de los dioses del mar
Forcis y Ceto, y en la versión original del mito, ella y sus tres hermanas,
también con pelo de serpientes, siempre han existido en su forma monstruosa. Es
la última adición popularizada por Ovidio en su Metamorfosis lo que le da el
trasfondo de Medusa, una en la que Poseidón la violó en el templo de Atenea.
Esto enfureció a Atenea, que rápidamente transformó a Medusa en una vieja
serpiente de pelo tan horrible que ni siquiera se podía mirar a los ojos, y
cualquier ser vivo que lo hiciera era convertido en piedra. En la mayoría de
las versiones del mito, Medusa es decapitada por Perseo, que ve su reflejo en
su escudo para protegerse de mirarla.
7. El calamar gigante de la novela “20.000 leguas de viaje
submarino”, de Julio Verne. El barco submarino del capitán Nemo, el Nautilus, está
equipado con el armamento más avanzado del mundo para el 1800, incluyendo las
balas electrificadas. Pero cerca del final de la novela, la nave es rodeada por
una escuela de “poulpes”, que es la palabra francesa para “pulpos”. Casi
siempre es traducido como “calamar gigante”, porque un poulpe en particular, se
enreda en las hélices de Nautilus, y el equipo tiene que ir a la
superestructura y empezar una lucha con hachas, arpones y cuchillos. Verne
nunca describe el tamaño del calamar, pero lo pone implícito en, “uno de estos
animales, a sólo seis pies de largo, tendría tentáculos de 27 pies de largo.
Eso lo haría un monstruo formidable como los que se han visto en fotografías
relativamente contemporáneas y has ta de los cuales se han registrado capturas
de piezas enormes.
8. El Wendigo de la literatura algonquina. Los mitos en torno a
este monstruo varían con cada tribu de las lenguas algonquinas, entre estas
tribus se encuentran los Cree, Ojibwa, Montañeses y otros. Según se cita en la
Wikipedia la descripción de los Ojibwa para un Wendigo es: “Demacrado, hasta el
punto de extenuación, con la piel desecada tensada sobre sus huesos. Con sus
huesos empujando contra su piel, su complexión como la ceniza gris de la muerte
y sus ojos profundamente hacia atrás en las órbitas, el Wendigo parecía un
esqueleto flaco recién desenterrado de la tumba. Despedía un olor extraño y
misterioso de decadencia y descomposición, la muerte y la corrupción”. Es una
aparición caníbal que devora a los seres humanos y puede asumir su forma en
algunas de las variaciones de los mitos de las tribus. En todas las tribus
Algonquinas, cualquier ser humano que recurre al canibalismo se convertirá en
un Wendigo para siempre. La mejor parte de este mito se encuentra en la tribu
Abenaki de Maine y Quebec oriental. Se temía al Wendigo, ya que atacaba a los
campistas que dormían en las afueras del desierto, se dice que los cocinaba y
comía los pies primero. Todos en la zona escuchaban gritos espeluznantes de
dolor en lo lejano.
9. El Jabberwock de la novela “Alicia a través del espejo”,
de Lewis Carroll.
Es una pesadilla monstruosa. La razón por la que es tan horrible es la
descripción magistral de Carroll. Él inventó nuevas palabras a través de su
famoso poema, La bestia del reino, para dar un aire de absurdo, pero con ese
sentido viene el miedo. Tenemos miedo de cosas que no podemos percibir. Cuando
las luces se apagan, se mira por encima del hombro el babeo de monstruo
terrible listo para despojar a la carne de sus huesos. Tiene brillantes ojos
rojos, un color que sobresale en un bosque, y que “burbujea”, que suena igual
que el sonido de babeo voraz.
10. Grendel de la saga sajona Beowulf.
El
primero de los tres villanos principales en el poema épico anónimo. Se le
describe como un descendiente de Caín, el primer asesino en el mundo, cuyo
linaje, Dios maldijo con atroces deformidades físicas. Grendel no se describe
físicamente en el poema, salvo para decir que es una criatura horrible, “muy
terrible de ver.” Él se enfurece, probablemente por la juerga de la gente y la
voz alta, todas las noches en la sala de aguamiel de Heorot, irrumpe en las
festividades de la noche y devora a 30 hombres. Entonces el rey Hrothgar avisa a
Beowulf, el guerrero más grande del mundo, para que venga y mate a la bestia.
Con Beowulf y sus hombres al acecho, Grendel asesina y se traga a varios de sus
hombres, entonces ataca a Beowulf, y luchan hasta la muerte. Beowulf arranca
uno de sus brazos con las manos desnudas, y Grendel huye nueve días bajo el
agua a la guarida de su madre. Beowulf va tras él, mata a su madre, y se
encuentra Grendel agazapado en un rincón, y lo decapita. Por supuesto, Grendel es un cobarde total,
una vez que conoce a Beowulf, pero hasta entonces, no hay nadie en el mundo que
lo pueda detener.
Balrog
Balrog
es un demonio gigante que se puede envolver a sí mismo en el fuego eterno, y
esgrime un látigo de fuego enorme, y una espada gigantesca de fuego. Tiene
garras de acero, y puede tener enormes alas de como murciélago de la oscuridad.
Tolkien nunca parece haber estado satisfecho con su creación, ya que ha ido
cambiando, pero el personaje en el Señor de los Anillos es tan poderoso que
nadie en sus 5000 años de historia de la Tierra Media lo puede superar, hasta
que se encuentra a Gandalf.
Recreo
Etimología
El
nombre Balrog es una palabra sindarin que
significa "demonio de poder", siendo Valarauko su
versión en quenya.
(Vala, significa "poder", rauko[r], demonio)
Aunque su primera aparición expresa fue en la novela El Señor de los Anillos
existen menciones en otros libros anteriores de Tolkien, como El Silmarilion.
Descripción
Los
balrogs son Maiar al
servicio de Melkor y Sauron descritos
como enormes y amenazantes humanoides, con la habilidad de controlar el fuego,
la oscuridad y las sombras. Inducían terror en enemigos y aliados por igual, y
la sola mención de su nombre hacía temer a los más valerosos guerreros. Solían
estar armados con látigos ígneos de varias puntas, y a veces con enormes
espadas de fuego. Se deja entrever en los libros de Tolkien que los balrogs
eran terriblemente poderosos, ya que requerían un esfuerzo colosal para ser
destruidos; sólo los dragones podían rivalizar con ellos en
ferocidad y destrucción.
Aunque
en los libros se deja ver poco de la inteligencia y motivaciones de los
balrogs, puede suponerse que poseerían no sólo plena inteligencia, sino también
grandes intelectos, debido a su pasado Maiar. Los balrogs fueron probablemente
los únicos subordinados de Melkor con genuina lealtad hacia su señor, como se
vio cuando lo rescataron de Ungoliant.
Los
espíritus Maiar más terribles de entre aquellos que se convirtieron en
servidores de Melkor, el Enemigo Oscuro, fueron los que se transformaron en
demonios. En el idioma de los Altos Elfos se
los llamaba los valaraukar, pero en la Tierra Media los denominaban balrogs,
los «demonios de poder». De todos los siervos de Melkor, ni siquiera
los dragones eran
tan poderosos. Enormes y pesados, los balrogs eran demonios de aspecto
humanoide, con crines de fuego, astutos y muy inteligentes. Los pocos que
vivieron para contar un encuentro con uno de estos seres los describen como
un conjunto de llamas y sombras enormes y cambiantes, "sombras
aladas", viscosos con miembros con el poder constrictor de la mayor de
las serpientes. El arma principal del balrog era el látigo de fuego de
múltiples colas y, aunque también llevaban la maza, el hacha y la espada
flamígera, era el látigo lo que más temían sus enemigos
Esta
arma era tan terrible que el vasto mal de Ungoliant, la Gran Araña que
ni siquiera los Valar pudieron destruir, fue expulsado del reino de Melkor
por sus feroces latigazos. El más infame de la raza de los balrogs era
Gothmog, Señor de los balrogs y Gran Capitán de Angband. En las Guerras de
Beleriand fueron tres los grandes señores elfos que cayeron bajo su látigo y
su negra hacha. En cada uno de los alzamientos de Melkor y en cada una de sus
batallas, los balrogs se encontraban entre sus principales campeones, y así,
cuando el holocausto de la Guerra de la Ira puso fin para siempre al reino de
Melkor, también acabó casi por completo con los balrogs como raza. Se cuenta
que algunos huyeron de aquella última batalla y se enterraron en lo más
profundo de las montañas, pero transcurridos muchos miles de años nada más se
supo de aquellos malvados seres y la mayor parte de la gente creyó que los
demonios habían abandonado la Tierra para siempre.
Sin
embargo, durante la Tercera Edad del Sol, los enanos que
minaban en MoriasMoria
cada vez a mayor profundidad, liberaron accidentalmente a un demonio
sepultado. Una vez libre, el Balrog mató a dos reyes enanos y, reuniendo a
orcos orcos y trolls para
que lo ayudaran, expulsó a los enanos para siempre de Moria. Su dominio no se
vio cuestionado durante diez siglos, hasta que fue arrojado desde lo alto del
pico de Zirak-zigil por el Mago
Gandalf, después de la Batalla en el Puente de Khazad-dûm.
|
Los
Balrogs fueron originalmente Maiar, de la misma raza que Saruman y Gandalf,
pero fueron seducidos por Melkor, que los corrompió bajo su servicio en los días de
esplendor después de la creación de Arda. Al final de la Primera Edad, los
Valar capturaron a Melkor y destruyeron Utumno yAngband,
haciendo huir a los Balrogs, los cuales se ocultaron en profundas simas y
abismos. Cuando Melkor volvió de Valinor, ahora bajo el nombre de Morgoth,
y fue atacado por la criatura arácnida Ungoliant en
la costa helada de Lammoth, en Beleriand, los Balrogs despertaron y ayudaron a su amo,
espantando a la araña.
Cuando
los Noldor llegaron a Beleriand en persecución de Morgoth, consiguieron la
victoria contra los orcos en la Dagor-nuin-Giliath. Sin embargo, cuando las
fuerzas de Fëanor intentaron tomar Angband, los Balrogs irrumpieron
y el líder de ellos, Gothmog, hirió mortalmente a Fëanor.
Aunque sus hijos pusieron en fuga a los Balrogs, Fëanor murió poco después.
En Las baladas de Beleriand, La
balada de Leithian, se menciona que los Balrogs capitaneaban orcos. Tolkien
dice que como mínimo dos Balrogs fueron abatidos en la caída de Gondolin. Durante
el asalto a la ciudad, Ecthelion de la Fuente luchó
contra Gothmog y
ambos murieron, mientras que Glorfindel se
enfrentó a otro Balrog cuando intentaban escapar del sitio, cayendo Glorfindel
y él a un hondo abismo, donde ambos murieron.
En
la Guerra de la Cólera con la que finalizó la
Primera Edad, la mayoría de los Balrogs fueron destruidos, aunque al menos uno,
el conocido como Daño de Durin, consiguió escapar y refugiarse en las
profundidades de la tierra. En el año 1980 de la Tercera Edad los Enanos
de Khazad-dûm cavaron tan profundamente que despertaron a la
criatura, que mató aDurin VI y su hijo Náin I y
forzó a los Enanos a abandonar Moria. El año 3019, la Comunidad del Anillo se
aventuró en Moria y fueron atacados por orcos y el Balrog en la Cámara de
Mazarbul. Gandalf se enfrentó al balrog en el Puente de Khazad-dûm, el
cual colapsó con ambos encima y cayeron a una profunda sima. Pero, a diferencia
del duelo de Glorfindel, los contendientes sobrevivieron a dicha caída y
prolongaron su duelo a través de los túneles de Moria hasta que Gandalf fue
capaz de abatirle.
Descanso
Apariencia
A
pesar de numerosas interpretaciones de la apariencia del Balrog, Tolkien mismo
nunca clarificó enteramente su apariencia exacta. No está claro si el Balrog
retuvo la habilidad de cambiar forma de los Maiar, o cuál era la forma exacta
de aquel que encontró la Comunidad. Especialmente, nunca estuvo claro cuán
grande era, o si fue vislumbrado como una criatura alada o no; de hecho, el
Balrog de la adaptación de Peter Jackson no
es del todo acorde al legendarium de Tolkien, debido a la
falta de información sobre su fisonomía.
¿Alados
o no?
El
debate de sus alas proviene del capítulo de El Puente de Khazad-Dûm'" de La Comunidad
del Anillo. Hay dos referencias
en él:
“Su enemigo se paró
de nuevo, enfrentándolo, y la sombra alrededor aparecieron como dos vastas alas
[...]. De pronto se desplegó a gran altura, y sus alas se extendían de pared a
pared...”
(El Señor de los Anillos, Libro segundo, Cap.5 "El Puente de
Khazad-Dûm").
De
estos dos breves pasajes, no está claro si la referencia a las alas debe ser
tomada metafórica o literalmente, si las alas de sombra están de
hecho ahí y podían soportar a la criatura en vuelo, si las sombras del Balrog
simplemente parecíanalas, o si se pretendía que fuera una alusión a
su amenazadora naturaleza. Hay otras menciones de Balrogs viajando con
"velocidad alada", pero ésta es una expresión común usada ampliamente
en los trabajos de Tolkien, así como en otros trabajos literarios.
Sumado
a la confusión, está el hecho de que tanto Gandalf como Glorfindel libraron
duelos con Balrogs, y en ambos casos, los demonios cayeron desde gran altura y
no usaron sus "alas", ni siquiera para planear o para intentar
aterrizar de forma controlada. De nuevo, esto puede ser interpretado de varias
maneras. Es concebible que las alas no fueron usadas para volar debido a su
condición física eventual, es decir, que estuvieran lesionados o exhaustos como
resultado del combate, así como que las condiciones del terreno no les
permitiera volar, o incluso que sus alas sólo fuesen vestigiales.
Adam Tolkien,
nieto del escritor, afirmó en una conferencia celebrada en Elche en 2008 que los Balrog
sí tenían alas.
El
tamaño de los Balrogs
Incluso
el tamaño exacto de los Balrogs es tema de disputa. Tolkien daba un par de
indicaciones acerca de esto. “… [el Balrog] dio zancadas hasta la fisura, no
más que la altura de un hombre y sin embargo el terror parecía ir tras él”. (La historia de la Tierra Media,
vol. VII (La traición de Isengard), X Las minas de Moria II: El puente).
Esto
no aparece en la versión publicada de El Señor de los Anillos, así que
podría no haber sido prevista como versión definitiva. Pero los otros textos
sobre los Balrogs indican que no eran de ninguna gran altura en particular.
En El
Señor de los Anillos, Tolkien nota que una entrada fue hecha de tal tamaño
que “... orcos uno detrás del otro brincaron dentro de la cámara... se
agruparon en la entrada”. (El Señor de los Anillos, Libro segundo, Cap.
5 "El puente de Khazad-dûm").
Tal
entrada no parece que sea pasable por una criatura mucho más grande que una de
tamaño humano, debido a su capacidad de poder desplazarse por un túnel angosto
y no muy alto. También puede sugerir que el Balrog no poseía una naturaleza
física tangible, o que estuviese agachado o reptando por el túnel.
Para
las adaptaciones fílmicas del libro, ambos temas necesitaban ser resueltos. El
Balrog dibujado por Ralph Bakshi para la versión animada
de 1978 se
asemejaba a un simio o un león alado, no mucho más grande que un humano, pero
considerablemente más pesado, y que sí podía volar. La versión de Peter Jackson de La Comunidad del Anillo, lanzada en2001, apostó por una gran
criatura claramente alada; sin embargo, durante la lucha con Gandalf, el Balrog
parece incapaz de volar. Esto quizás fue debido a la falta de espacio en el
abismo, ya que en un par de ocasiones se ve que el Balrog rebota contra las
paredes, denotando tal vez que no había suficiente espacio para extender las
alas.
Sergio Presenta el Libro de Prof. Viviana Rodriguez
Creación y evolución
literaria
En
uno de los escritos tempranos de la Tierra Media, Baladas de los hijos de Húrin, "Lungothrin,
Señor de los Balrogs" es mencionado. No es, sin embargo, seguro de que
haya sido otro nombre para Gothmog,
o si simplemente significaba "un Señor Balrog". De acuerdo a Christopher Tolkien, este último es más
probable, ya que el nombre Gothmog fue mencionado en los escritos más tempranos
sobre la Tierra Media, así también como en la versión final de la mitología de
Tolkien.
Los
Balrogs fueron originalmente imaginados para ser inmensos en número y no muy
resistentes como individuos:
El
concepto original de los Balrog los hace menos terribles, y ciertamente más
destruíbles, que sus siguientes descripciones: existieron cientos de ellos (p.
170), y muchos fueron asesinados por Tuor y los habitantes
deGondolin en
grandes números: "de esta manera cinco cayeron bajo el gran hacha de
Tuor Dramborleg, tres bajo la espada de
Ecthelion, y dos veintenas fueron asesinadas por los guerreros de la casa del
rey. (El libro de los cuentos perdidos 2,
comentario de Christopher Tolkien en «La caída de
Gondolin»).
“Aparecieron
los lobos y las serpientes y cien Balrogs, y luego Glomund el padre de los
Dragones”, (El Camino Perdido, Quenta Silmarillion capítulo
16, §15).
A
medida que el legendarium se volvía más formidable e
internamente consistente, y los Balrogs más terribles, este número fue reducido
bastante. Al final Tolkien estableció que habría "como mucho" siete
de ellos:
Como
nota al margen mi padre escribió: 'Se supone que no más de 3 o como máximo 7
existieron en su totalidad.' (El anillo de Morgoth, Sección 2
(AAm*): nota 50 (después de la sección 3).
El
número de Balrogs cambió a, como máximo, 7 en el mismo momento en que se volvieron Maiar
en la mente de Tolkien, así que esta nota es la única condición aplicable del
número de Balrogs que Tolkien escribió. Sin embargo, a menudo se alude a que
éstos presentan grandes números, incluso si no hay una cuenta específica. Para
informar de esto, generalmente se plantea que existían dos clases: Balrogs
mayores y menores. Hay sólo unos pocos Balrogs mayores, como hay también unos
pocos Maiar importantes, pero también muchos Balrogs menores que eran la
mayoría de las fuerzas de Morgoth.
Entrega certificado
Armas y habilidades
Aunque
su arsenal es variado, se presentan algunos patrones:
·
Poder
de usar el fuego como arma, estando rodeados de él.
·
Casi
todos los Balrogs aparecen descritos con látigos llameantes de muchas colas.
·
Posible
control de la magia, ya que en el capítulo "El Puente de Khazad-Dûm"
Gandalf menciona que el Balrog usó un «contraconjuro» para abrir la puerta que
el mago había sellado.
·
El
Balrog de Moria apareció con una espada de fuego. Por su parte, el Señor de los
Balrogs Gothmog portaba un hacha negra, mientras que los miembros de su séquito
llevaban mazas del mismo color.
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