John Keats por
Julio Cortázar...
ESCRITO POR
ANTONIO MARÍN SEGOVIA.
LQSOMOS. JUNIO 2012 0 COMENTARIOS
Y un corazón común
que nos una a todos lejos del tiempo
—La belleza es la
verdad,— esto es todo lo que sabes de la tierra, todo lo que necesitas
saber".
Oda a una urna
griega - John Keats
Vida y cartas de
John Keats
Lord Houghton
Traducción y nota
preliminar de Julio Cortázar.
Ediciones Imán
Buenos Aires –
Argentina
1955
(Libro original que
fue adquirido en la librería París-Valencia hace ya muchos años por un
servidor, a cambio de un precio irrisorio)
Con una
deslumbrante nota preliminar, redactada por el entonces desconocido Julio
Cortázar, podemos conocer las tensiones íntimas de uno de los poetas románticos
más auténticos que han existido. La capacidad del autor de Rayuela para captar
lo que no pudo o no quiso escribir Lord Houghton es innegable, pues Julio
descubre que la clave para entender el secreto, el magma central que mueve toda
la poesía de Keats, se encuentra en las 18 cartas que el poeta dirige a Fanny
Brawne, cartas traducidas por Concepción Vázquez de Castro de Traversi y
publicadas en Editorial Juventud, Barcelona, 1947…
Pero para no cansar
al lector que se acerca por primera vez a una de las mayores voces del
romanticismo, quiero concluir con una declaración final, redactada por el
siempre actual y contemporáneo Julio Cortázar, maestro y compañero de juegos y
laberintos secretos y nunca desconocidos, y juegos son las palabras, son los
signos que nos permiten y ayudan a ser un poco más libres y dueños de nuestro
destino personal y colectivo:
"… la obra de
John Keats puede alentarnos por analogía a convivir con más ahínco esta
confrontación del morador y su ámbito –tanto tiempo demorada en nuestra
América-, donde se abre el acceso a una realidad y a un destino finalmente
propios."
Y como despedida,
para que podamos entender la enorme importancia que tienen los poetas
auténticos en una sociedad que aspira y anhela ser plural, abierta, reflexiva,
crítica, amable, libre… quiero transcribir el último párrafo que culmina uno de
los mejores libros, traducidos con una ternura enorme, una ternura casi
imposible por nuestro querido y laberíntico Julio Cortázar:
"El mundo del
pensamiento debe quedar separado del mundo de la acción, puesto que si alguna
vez coincidieran, el problema de la Vida estaría resuelto, y la esperanza –a la
que llamamos cielo- habría de realizarse en la tierra. Y por eso los hombres:
Son criados por la
injusticia para la poesía:
Aprenden sufriendo
lo que enseñarán cantando."
Un momento, por
favor. No puedo acabar así, pues hay otro libro lúdico del gran cronopio Julio,
no Verne, pero casi: "La vuelta al día en ochenta mundos" donde
vuelve a renacer Keats con voz rotunda y firme, concluyendo el viaje de forma
magistral e inesperada:
"Hablo de la
responsabilidad del poeta, ese irresponsable por derecho propio, ese anarquista
enamorado de un orden solar y jamás del nuevo orden o del slogan que hace
marcar el paso a cinco o a setecientos millones de hombres en una parodia de
orden, hablo de algo que disgustará profundamente a los comisarios, a los
jóvenes turcos o a los guardias rojos, hablo de una condición que nadie
describió mejor que John Keats en una carta que hace muchos años llamé la carta
del camaleón y que merecería ser tan famosa como la "Lettre du
voyant". Su preludio es perceptible en una frase escrita un año antes y
como al pasar. Keats le está diciendo a su amigo Bayley que nunca ha esperado
otra felicidad que la del puro presente, y agrega como al descuido: "Si un
gorrión se posa junto a mi ventana, tomo parte en su existencia y picoteo en el
suelo…" En octubre de 1818 el gorrión se vuelve camaleón en una carta a
Richard Woodhouse: "En cuanto al carácter poético en sí… no tiene un yo,
es todo y es nada: no tiene carácter, goza con la luz y con la sombra, vive en
lo que le gusta, sea horrible o hermoso, excelso o humilde, rico o pobre,
mezquino o elevado. Tanto se deleita en concebir a un Yago como a una Imogena.
Lo que choca al virtuoso filósofo deleita al poeta camaleón… Un poeta es lo
menos poético de cuanto existe; como no tiene identidad, continuamente tiende a
encarnarse en otros cuerpos… El poeta no posee ningún atributo invariable;
ciertamente es la menos poética de todas las criaturas de Dios".
Llegado el caso –no
hay más que leer su correspondencia-, Keats era tan capaz como cualquiera de
tomar partido y optar sartrianamente por lo que creía bueno o justo o
necesario, pero ese sentimiento de esponja, esa insistencia en señalar una
falta de identidad como tanto después le ocurriría al Ulrich de Robert Musil,
apunta a ese especial camaleonismo que nunca podrían entender los coleópteros
quitinosos. Si conocer alguna cosa supone siempre participar de ella en alguna
forma, aprehender, el conocimiento poético se desinteresa considerablemente de
los aspectos conceptuales y quitinizahbles de la cosa y procede por irrupción,
por asalto e ingreso afectivo a la cosa, lo que Keats llama sencillamente tomar
parte de la existencia del gorrión y que después los alemanes llamarán
Einfühlung, que suena tan bonito en los tratados. Todas estas cosas consabidas
pero vivimos un tiempo latinoamericano en el que a falta de verdadero Terror
hay los pequeños miedos nocturnos que agitan el sueño del escritor, las
pesadillas del escapismo, denlo compromiso, del revisionismo, del libertinaje
literario, de la gratuidad, del hedonismo, del arte por el arte, de la torre de
marfil; la sinonimia y la idiotez son largas.
Todo comisario está
pronto a ver en el poeta al maricón o al cocainómano o al irresponsable de
turno; y lo más espantoso es que alguna vez hubo un comisario llamado Platón. A
mí, como a todos los de turno, me tocarán mis comisarios que reprocharán a este
libro su efervescente vocación de juego. ¿Para qué defenderme? Otra vez me voy
con Keats a vagar por ahí, pero antes escribimos con tiza en el paredón de la
comisaría estas cosas que alguna vez se sabrán hasta en ellas.
Si, señora, desde
luego que en el acto racional del conocimiento no hay pérdida de identidad; por
el contrario, el sujeto se apresura a reducir el objeto a términos
categorizables y petrificables, en búsqueda de una simplificación lógica a su
medida (que el comisario trasladará a la simplificación ideológica, moral, etc,
que hace dormir en paz a los prosélitos). La conducta lógica del hombre tiende
siempre a defender la persona del sujeto, a parapetarse frente a la irrupción
osmótica de la realidad, ser por excelencia el antagonista del mundo porque si
al hombre lo obsesiona conocer es siempre un poco por hostilidad, por temor a
confundirse. En cambio, ve usted, el poeta renuncia a defenderse. Renuncia a
conservar una identidad en el acto de conocer porque precisamente el signo
inconfundible, la marca en forma de trébol bajo la tetilla de los cuentos de
hadas, se la da tempranamente el sentirse a cada paso, el salirse tan
fácilmente de sí mismo para ingresar en las entidades que lo absorben,
enajenarse en el objeto que será cantado, la materia física o moral cuya
combustión lírica provocará el poema.
Sediento de ser, el
poeta no cesa de tenderse hacia una realidad cada vez mejor ahondada, más real.
Su poder es instrumento de posesión pero a la vez e inefablemente es
instrumento de posesión, pero a la vez e inefablemente es deseo de posesión;
como una red que pescara para sí misma, un anzuelo que fuera a la vez ansia de
pesca. Ser poeta es ansiar, pero sobre todo obtener, en la exacta medida en que
se ansía. De ahí las distintas dimensiones de poetas y poéticas; está el que se
conforma con el deleite estético del verbo y procede en la medida
circunstanciada de su impulso de posesión; está el que irrumpe en la realidad
como un raptor de esencias y halla en sí mismo y por eso mismo el instrumento
lírico que le permitirá arrancar una respuesta de lo otro capaz de volverlo suyo,
de hacerlo suyo y, por lo tanto, nuestro; instancias como las Duineser Elegien
de Rilke o Piedra de Sol de Octavio Paz fracturan para siempre la falsa valla
kantiana entre el término de nuestra piel espiritual y el gran cuerpo cósmico,
la verdadera patria.
Mire usted, señora,
la experiencia humana no basta para hacer un poeta, pero lo engrandece cuando
se da paralelamente a la condición de poeta y cuando el poeta comprende la
especial relación con que debe articularlas. Tocamos aquí la raíz del malentendido
romántico a lo Espronceda o Lamartine, el hecho de creer que la condición
poética debe ser sometida a la experiencia personal (experiencia del
sentimiento y las pasiones, experiencia de los imperativos morales y las
pasiones) en vez de ser éstas las que enriquecidas y purificadas por una
intuición poética del mundo, actúen como estimulos del verbo y lo proyecten
fuera del ámbito meramente personal parar volverlo poema y, por eso mismo, obra
verdaderamente humana. En Keats, un hombre de persona inequívocamente definida
en el plano moral e intelectual, ¿por qué hay una aparente contradicción entre
su "humanidad" personal y el tono jamás "comprometido" de
su bora? ¿A qué responde ese infatigable sustituirse por distintos objetos poéticos,
ese negarse a estar como persona en el poema?
Señora (y esto lo
escribiremos con mayúsculas en la puerta de la comisaría), en eso reside la
clara elucidación del problema. Sólo los débiles tienden a enfatizar el
compromiso personal de su obra, a exaltarse compensatoriamente en el terreno
donde su aptitud literaria los vuelve por un rato fuertes y sólidos y del buen
lado. Muchas veces se es autobiográfico o panegirista (los poemas al héroe-yo o
al héroe político del momento, da lo mismo) como en otros terrenos se es racista:
por flojera, por sentimiento de inferioridad ¿Para que abundar en ejemplos que
están en todas las memorias, en poemas que tantos célebres señores quisieran
hoy borrar de sus obras completas? La íntima seguridad que tiene Keats de su
plenitud interior, la confianza en su intrínseca humanidad espiritual ("it
takes more than manliness to make a man" decía D.H. Lawrence, que sabía de
eso) lo liberan tanto del narcisismo confesional a lo Musset como de la oda al
libertador o al tirano. Frente a los comisarios que reclaman compromisos
tangibles, el poeta sabe que puede anegarse en la realidad sin consignas,
dejarse tomar o ser él quien tome la soberana libertad del que tiene las llaves
del retorno, la seguridad de que siempre estará él mismo esperándose, sólido y
bien plantado en la tierra, portaaviones que aguarda sin recelo la vuelta de
sus abejas exploradoras.
Coda personal
Por eso, señora, le
decía yo que muchos no entenderán este paseo del camaleón por la alfombra
abigarrada, y eso que mi color y mi rumbo preferidos se perciben apenas se mira
bien, cualquiera sabe que habito a la izquierda, sobre el rojo. Pero nunca
hablaré explícitamente de ellos, o a lo mejor sí, no prometo ni niego nada.
Creo que hago algo mejor que eso, y que hay muchos que lo comprenden. Incluso
algunos comisarios, porque nadie está irremisiblemente perdido y muchos poetas
siguen escribiendo con tiza en los paredones de las comisarías del norte y del
sur, del este y del oeste de la horrible, hermosa tierra.
Nota:
John Keats es, sin
duda alguna, uno de los más clásicos poetas románticos ingleses. Con una vida
corta y marcada por la pobreza y la enfermedad, tuvo el joven escritor, la
singular capacidad de captar y ver las claves, los sencillos secretos que
permiten vivir la vida dentro de la belleza, dentro de la verdad, esa verdad
hermosa y terrible que no debe ser gritada, voceada en público, pero sí debe
ser susurrada y compartida con los iguales, con la persona que puede unirse a
nuestra mirada interior, a nuestra voz primera, para lograr renacer en la única
patria que todos necesitamos, que todos anhelamos: el árbol, el agua, la
estrella, el fuego, objetos de la naturaleza camuflados, disfrazados siempre en
un beso, en una sonrisa o en un abrazo…
El cuerpo físico de
Keats reposa en la ciudad de Roma, en el cementerio de Disidentes, siendo
interesante conocer el epitafio colocado en su tumba para tener una idea
general y real de la filosofía que impregna y conduce todo su quehacer poético:
"Aquí hace uno, cuyo nombre fue escrito en el agua".
También conviene
tener presente siempre que intentemos decir algo hermoso y verdadero que todo
debe nacer y surgir de nuestra voz, de nuestra mirada, de nuestras manos con
total espontaneidad, sin forzar, sin presionar… Si la ternura y la belleza no
surgen, directa, salvaje y claramente,
no será sentida ni percibida por los otros como algo real, necesario y bueno…
La poesía, el arte,
la vida y las relaciones personales deben nace, hacerse, mantenerse de forma
espontánea y directa…
Las personas que
aspiran a ser igual que un árbol o tan veloces como el fuego, saben muy bien
que lo natural, lo hermoso y lo que es verdadero y eterno se siente siempre,
siendo totalmente absurdo e injustificado añadir alguna explicación o
comentario a un beso, a un abrazo o una sonrisa… igualmente, si somos un poco
sensibles y algo inteligentes, podremos percibir y captar todo aquello que es
fruto del aburrimiento, la tristeza funesta, la violencia servil, la estupidez,
el engaño o la codicia… Sobran palabras y falta que un corazón común pueda
unir, bajo un mismo latido, todos los océanos y universos que contienen y se
cobijan dentro de todas nuestras miradas presentes y futuras.
Más artículos del
autor
Cartas de John
Keats a Fanny Brawne
John Keats,
(Londres 1795, Roma 1821). Fue uno de los principales poetas británicos del
Romanticismo. Publicó su primer libro en 1817. Desde niño, su vida estuvo
salpicada por eventos fúnebres. Sus mejores poemas los escribe casi al final de
su vida.
En 1848 aparecieron
sus cartas y su diario, que completan una obra de excepcional pureza expresiva
y admirable dominio poético en su aspiración por alcanzar la belleza absoluta.
13 de octubre de
1819.
Mi queridísima
niña:
Me he puesto a
pasar en limpio algunos versos, pero no me da ningún gusto trabajar. Tengo que
escribirte una o dos líneas y ver si eso me ayuda a alejarte de mi espíritu
aunque sea por unos instantes, no puedo existir sin ti. Todo lo olvido salvo la
idea de volver a verte. Mi vida parece detenerse ahí: más allá no veo nada. Me
has absorbido.
En este mismo
momento tengo la sensación de estar disolviéndome...Si no tuviera la esperanza
de verte pronto me sentiría en el colmo de la desdicha. Tendría miedo de
separarme, de estar demasiado lejos de ti. Mi dulce Fanny, no cambiará nunca tu
corazón?, Amor mío, no cambiarás? Alguna vez me asombró que los hombres
pudieran ir al martirio por su religión. Temblaba de pensarlo. Ahora ya no
tiemblo; podría ir al martirio por mi religión- El amor es mi religión-, y
podría morir por él....
Me has cautivado
con un poder que soy incapaz de resistir; y sin embargo lo era hasta que te vi;
y desde que te he visto me he esforzado a menudo en razonar contra las razones
de mi amor. Ya no puedo hacerlo, el dolor sería demasiado grande. Mi amor es egoísta.
No puedo respirar sin ti....
Tu afectuoso
JK
(?) de febrero de
1820
Mi queridísima
Niña:
Según todas las
apariencias tengo que estar separado de ti tanto como sea posible. Cómo seré
capaz de soportarlo, o si no será peor que tu presencia ocasional, no puedo
decirlo. Tengo que ser paciente, y entretanto tienes que pensar en ello lo
menos posible. No permitas que detenga por más tiempo tu ida a la Ciudad -
puede que no haya final a este encarcelamiento.
Quizás sea mejor
que no vengas antes de mañana por la tarde: sin embargo envíame sin faltar un
buenas noches. Conoces nuestra situación - la esperanza que hay si yo me
recuperara tan pronto - mi propia salud no me tolerará que haga ningún
esfuerzo.
Me han recomendado
que ni siquiera lea poesía y mucho menos que la escriba. Desearía tener un poco
de esperanza. No puedo decirte olvídame - pero diría que hay imposibilidades en
el mundo. No más de esto - No soy lo suficientemente fuerte para quitarme el
hábito - no hagas caso de esto en tus buenas noches. Ocurra lo que ocurra yo
siempre seré, tu queridísimo Amor
Tu afectuoso
J.K.-
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Me han recomendado que ni siquiera lea poesía y mucho menos que la escriba. Desearía tener un poco de esperanza. No puedo decirte olvídame - pero diría que hay imposibilidades en el mundo. No más de esto - No soy lo suficientemente fuerte para quitarme el hábito - no hagas caso de esto en tus buenas noches. Ocurra lo que ocurra yo siempre seré, tu queridísimo AmorTu afectuosoJ.K.-
1 comentario:
Vaya, pobre, pues sí estaba delicado que no podía emocionarse ni escribiendo, ni leyendo poesía. Bueno, yo creo que esto no le hace daño a nadie, pero no soy médico.
Interesante escrito.
Saludos y besos
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