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Bienvenida



Necesitamos compartir, necesitamos comprender, y solo podemos hacerlo mediante la palabra y toda otra forma de comunicación gráfica, gestual; que ingrese por nuestros sentidos, que emitan nuestros labios, nuestras manos, el cuerpo todo.

Para nosotros, para las personas, la comunicación fundamental, principal, se realiza por medio de la palabra, sea oral o escrita. Vivimos en un océano de palabras y señales comunicativas y la falta de ellas es como la falta de oxígeno a la vida. Sin ellas empobrecemos y en soledad podemos llegar al extremo de morir por ausencia de comunicación que en definitiva es ausencia de cariño, de amor; porque el opuesto, el odio, o simplemente la indiferencia, no permiten las palabras, no permiten la conexión, la comunicación. Solo se comunica, solo se habla cuando se desea comprender, cuando hay un principio de amor. Para ello, para compartir y comprender proponemos estas TARDES DE MATE Y CUENTOS; en ellas trataremos de alimentarnos de palabras, conocerlas y reconocerlas para llegar a tener una mejor comunicación, una riqueza y soltura del lenguaje.

Antonio G. Guzzo


viernes, 18 de enero de 2013

John Keats por Julio Cortázar


John Keats por Julio Cortázar...

ESCRITO POR ANTONIO MARÍN SEGOVIA. LQSOMOS. JUNIO 2012 0 COMENTARIOS

Y un corazón común que nos una a todos lejos del tiempo

—La belleza es la verdad,— esto es todo lo que sabes de la tierra, todo lo que necesitas saber".
Oda a una urna griega - John Keats

Vida y cartas de John Keats
Lord Houghton
Traducción y nota preliminar de Julio Cortázar.
Ediciones Imán
Buenos Aires – Argentina
1955

(Libro original que fue adquirido en la librería París-Valencia hace ya muchos años por un servidor, a cambio de un precio irrisorio)

Con una deslumbrante nota preliminar, redactada por el entonces desconocido Julio Cortázar, podemos conocer las tensiones íntimas de uno de los poetas románticos más auténticos que han existido. La capacidad del autor de Rayuela para captar lo que no pudo o no quiso escribir Lord Houghton es innegable, pues Julio descubre que la clave para entender el secreto, el magma central que mueve toda la poesía de Keats, se encuentra en las 18 cartas que el poeta dirige a Fanny Brawne, cartas traducidas por Concepción Vázquez de Castro de Traversi y publicadas en Editorial Juventud, Barcelona, 1947…

Pero para no cansar al lector que se acerca por primera vez a una de las mayores voces del romanticismo, quiero concluir con una declaración final, redactada por el siempre actual y contemporáneo Julio Cortázar, maestro y compañero de juegos y laberintos secretos y nunca desconocidos, y juegos son las palabras, son los signos que nos permiten y ayudan a ser un poco más libres y dueños de nuestro destino personal y colectivo:

"… la obra de John Keats puede alentarnos por analogía a convivir con más ahínco esta confrontación del morador y su ámbito –tanto tiempo demorada en nuestra América-, donde se abre el acceso a una realidad y a un destino finalmente propios."

Y como despedida, para que podamos entender la enorme importancia que tienen los poetas auténticos en una sociedad que aspira y anhela ser plural, abierta, reflexiva, crítica, amable, libre… quiero transcribir el último párrafo que culmina uno de los mejores libros, traducidos con una ternura enorme, una ternura casi imposible por nuestro querido y laberíntico Julio Cortázar:

"El mundo del pensamiento debe quedar separado del mundo de la acción, puesto que si alguna vez coincidieran, el problema de la Vida estaría resuelto, y la esperanza –a la que llamamos cielo- habría de realizarse en la tierra. Y por eso los hombres:

Son criados por la injusticia para la poesía:

Aprenden sufriendo lo que enseñarán cantando."

Un momento, por favor. No puedo acabar así, pues hay otro libro lúdico del gran cronopio Julio, no Verne, pero casi: "La vuelta al día en ochenta mundos" donde vuelve a renacer Keats con voz rotunda y firme, concluyendo el viaje de forma magistral e inesperada:

"Hablo de la responsabilidad del poeta, ese irresponsable por derecho propio, ese anarquista enamorado de un orden solar y jamás del nuevo orden o del slogan que hace marcar el paso a cinco o a setecientos millones de hombres en una parodia de orden, hablo de algo que disgustará profundamente a los comisarios, a los jóvenes turcos o a los guardias rojos, hablo de una condición que nadie describió mejor que John Keats en una carta que hace muchos años llamé la carta del camaleón y que merecería ser tan famosa como la "Lettre du voyant". Su preludio es perceptible en una frase escrita un año antes y como al pasar. Keats le está diciendo a su amigo Bayley que nunca ha esperado otra felicidad que la del puro presente, y agrega como al descuido: "Si un gorrión se posa junto a mi ventana, tomo parte en su existencia y picoteo en el suelo…" En octubre de 1818 el gorrión se vuelve camaleón en una carta a Richard Woodhouse: "En cuanto al carácter poético en sí… no tiene un yo, es todo y es nada: no tiene carácter, goza con la luz y con la sombra, vive en lo que le gusta, sea horrible o hermoso, excelso o humilde, rico o pobre, mezquino o elevado. Tanto se deleita en concebir a un Yago como a una Imogena. Lo que choca al virtuoso filósofo deleita al poeta camaleón… Un poeta es lo menos poético de cuanto existe; como no tiene identidad, continuamente tiende a encarnarse en otros cuerpos… El poeta no posee ningún atributo invariable; ciertamente es la menos poética de todas las criaturas de Dios".

Llegado el caso –no hay más que leer su correspondencia-, Keats era tan capaz como cualquiera de tomar partido y optar sartrianamente por lo que creía bueno o justo o necesario, pero ese sentimiento de esponja, esa insistencia en señalar una falta de identidad como tanto después le ocurriría al Ulrich de Robert Musil, apunta a ese especial camaleonismo que nunca podrían entender los coleópteros quitinosos. Si conocer alguna cosa supone siempre participar de ella en alguna forma, aprehender, el conocimiento poético se desinteresa considerablemente de los aspectos conceptuales y quitinizahbles de la cosa y procede por irrupción, por asalto e ingreso afectivo a la cosa, lo que Keats llama sencillamente tomar parte de la existencia del gorrión y que después los alemanes llamarán Einfühlung, que suena tan bonito en los tratados. Todas estas cosas consabidas pero vivimos un tiempo latinoamericano en el que a falta de verdadero Terror hay los pequeños miedos nocturnos que agitan el sueño del escritor, las pesadillas del escapismo, denlo compromiso, del revisionismo, del libertinaje literario, de la gratuidad, del hedonismo, del arte por el arte, de la torre de marfil; la sinonimia y la idiotez son largas.

Todo comisario está pronto a ver en el poeta al maricón o al cocainómano o al irresponsable de turno; y lo más espantoso es que alguna vez hubo un comisario llamado Platón. A mí, como a todos los de turno, me tocarán mis comisarios que reprocharán a este libro su efervescente vocación de juego. ¿Para qué defenderme? Otra vez me voy con Keats a vagar por ahí, pero antes escribimos con tiza en el paredón de la comisaría estas cosas que alguna vez se sabrán hasta en ellas.

Si, señora, desde luego que en el acto racional del conocimiento no hay pérdida de identidad; por el contrario, el sujeto se apresura a reducir el objeto a términos categorizables y petrificables, en búsqueda de una simplificación lógica a su medida (que el comisario trasladará a la simplificación ideológica, moral, etc, que hace dormir en paz a los prosélitos). La conducta lógica del hombre tiende siempre a defender la persona del sujeto, a parapetarse frente a la irrupción osmótica de la realidad, ser por excelencia el antagonista del mundo porque si al hombre lo obsesiona conocer es siempre un poco por hostilidad, por temor a confundirse. En cambio, ve usted, el poeta renuncia a defenderse. Renuncia a conservar una identidad en el acto de conocer porque precisamente el signo inconfundible, la marca en forma de trébol bajo la tetilla de los cuentos de hadas, se la da tempranamente el sentirse a cada paso, el salirse tan fácilmente de sí mismo para ingresar en las entidades que lo absorben, enajenarse en el objeto que será cantado, la materia física o moral cuya combustión lírica provocará el poema.

Sediento de ser, el poeta no cesa de tenderse hacia una realidad cada vez mejor ahondada, más real. Su poder es instrumento de posesión pero a la vez e inefablemente es instrumento de posesión, pero a la vez e inefablemente es deseo de posesión; como una red que pescara para sí misma, un anzuelo que fuera a la vez ansia de pesca. Ser poeta es ansiar, pero sobre todo obtener, en la exacta medida en que se ansía. De ahí las distintas dimensiones de poetas y poéticas; está el que se conforma con el deleite estético del verbo y procede en la medida circunstanciada de su impulso de posesión; está el que irrumpe en la realidad como un raptor de esencias y halla en sí mismo y por eso mismo el instrumento lírico que le permitirá arrancar una respuesta de lo otro capaz de volverlo suyo, de hacerlo suyo y, por lo tanto, nuestro; instancias como las Duineser Elegien de Rilke o Piedra de Sol de Octavio Paz fracturan para siempre la falsa valla kantiana entre el término de nuestra piel espiritual y el gran cuerpo cósmico, la verdadera patria.

Mire usted, señora, la experiencia humana no basta para hacer un poeta, pero lo engrandece cuando se da paralelamente a la condición de poeta y cuando el poeta comprende la especial relación con que debe articularlas. Tocamos aquí la raíz del malentendido romántico a lo Espronceda o Lamartine, el hecho de creer que la condición poética debe ser sometida a la experiencia personal (experiencia del sentimiento y las pasiones, experiencia de los imperativos morales y las pasiones) en vez de ser éstas las que enriquecidas y purificadas por una intuición poética del mundo, actúen como estimulos del verbo y lo proyecten fuera del ámbito meramente personal parar volverlo poema y, por eso mismo, obra verdaderamente humana. En Keats, un hombre de persona inequívocamente definida en el plano moral e intelectual, ¿por qué hay una aparente contradicción entre su "humanidad" personal y el tono jamás "comprometido" de su bora? ¿A qué responde ese infatigable sustituirse por distintos objetos poéticos, ese negarse a estar como persona en el poema?

Señora (y esto lo escribiremos con mayúsculas en la puerta de la comisaría), en eso reside la clara elucidación del problema. Sólo los débiles tienden a enfatizar el compromiso personal de su obra, a exaltarse compensatoriamente en el terreno donde su aptitud literaria los vuelve por un rato fuertes y sólidos y del buen lado. Muchas veces se es autobiográfico o panegirista (los poemas al héroe-yo o al héroe político del momento, da lo mismo) como en otros terrenos se es racista: por flojera, por sentimiento de inferioridad ¿Para que abundar en ejemplos que están en todas las memorias, en poemas que tantos célebres señores quisieran hoy borrar de sus obras completas? La íntima seguridad que tiene Keats de su plenitud interior, la confianza en su intrínseca humanidad espiritual ("it takes more than manliness to make a man" decía D.H. Lawrence, que sabía de eso) lo liberan tanto del narcisismo confesional a lo Musset como de la oda al libertador o al tirano. Frente a los comisarios que reclaman compromisos tangibles, el poeta sabe que puede anegarse en la realidad sin consignas, dejarse tomar o ser él quien tome la soberana libertad del que tiene las llaves del retorno, la seguridad de que siempre estará él mismo esperándose, sólido y bien plantado en la tierra, portaaviones que aguarda sin recelo la vuelta de sus abejas exploradoras.

Coda personal

Por eso, señora, le decía yo que muchos no entenderán este paseo del camaleón por la alfombra abigarrada, y eso que mi color y mi rumbo preferidos se perciben apenas se mira bien, cualquiera sabe que habito a la izquierda, sobre el rojo. Pero nunca hablaré explícitamente de ellos, o a lo mejor sí, no prometo ni niego nada. Creo que hago algo mejor que eso, y que hay muchos que lo comprenden. Incluso algunos comisarios, porque nadie está irremisiblemente perdido y muchos poetas siguen escribiendo con tiza en los paredones de las comisarías del norte y del sur, del este y del oeste de la horrible, hermosa tierra.

Nota:

John Keats es, sin duda alguna, uno de los más clásicos poetas románticos ingleses. Con una vida corta y marcada por la pobreza y la enfermedad, tuvo el joven escritor, la singular capacidad de captar y ver las claves, los sencillos secretos que permiten vivir la vida dentro de la belleza, dentro de la verdad, esa verdad hermosa y terrible que no debe ser gritada, voceada en público, pero sí debe ser susurrada y compartida con los iguales, con la persona que puede unirse a nuestra mirada interior, a nuestra voz primera, para lograr renacer en la única patria que todos necesitamos, que todos anhelamos: el árbol, el agua, la estrella, el fuego, objetos de la naturaleza camuflados, disfrazados siempre en un beso, en una sonrisa o en un abrazo…

El cuerpo físico de Keats reposa en la ciudad de Roma, en el cementerio de Disidentes, siendo interesante conocer el epitafio colocado en su tumba para tener una idea general y real de la filosofía que impregna y conduce todo su quehacer poético: "Aquí hace uno, cuyo nombre fue escrito en el agua".

También conviene tener presente siempre que intentemos decir algo hermoso y verdadero que todo debe nacer y surgir de nuestra voz, de nuestra mirada, de nuestras manos con total espontaneidad, sin forzar, sin presionar… Si la ternura y la belleza no surgen, directa,  salvaje y claramente, no será sentida ni percibida por los otros como algo real, necesario y bueno…

La poesía, el arte, la vida y las relaciones personales deben nace, hacerse, mantenerse de forma espontánea y directa…

Las personas que aspiran a ser igual que un árbol o tan veloces como el fuego, saben muy bien que lo natural, lo hermoso y lo que es verdadero y eterno se siente siempre, siendo totalmente absurdo e injustificado añadir alguna explicación o comentario a un beso, a un abrazo o una sonrisa… igualmente, si somos un poco sensibles y algo inteligentes, podremos percibir y captar todo aquello que es fruto del aburrimiento, la tristeza funesta, la violencia servil, la estupidez, el engaño o la codicia… Sobran palabras y falta que un corazón común pueda unir, bajo un mismo latido, todos los océanos y universos que contienen y se cobijan dentro de todas nuestras miradas presentes y futuras.

Más artículos del autor

Cartas de John Keats a Fanny Brawne

John Keats, (Londres 1795, Roma 1821). Fue uno de los principales poetas británicos del Romanticismo. Publicó su primer libro en 1817. Desde niño, su vida estuvo salpicada por eventos fúnebres. Sus mejores poemas los escribe casi al final de su vida.

En 1848 aparecieron sus cartas y su diario, que completan una obra de excepcional pureza expresiva y admirable dominio poético en su aspiración por alcanzar la belleza absoluta.

13 de octubre de 1819.

Mi queridísima niña:

Me he puesto a pasar en limpio algunos versos, pero no me da ningún gusto trabajar. Tengo que escribirte una o dos líneas y ver si eso me ayuda a alejarte de mi espíritu aunque sea por unos instantes, no puedo existir sin ti. Todo lo olvido salvo la idea de volver a verte. Mi vida parece detenerse ahí: más allá no veo nada. Me has absorbido.

En este mismo momento tengo la sensación de estar disolviéndome...Si no tuviera la esperanza de verte pronto me sentiría en el colmo de la desdicha. Tendría miedo de separarme, de estar demasiado lejos de ti. Mi dulce Fanny, no cambiará nunca tu corazón?, Amor mío, no cambiarás? Alguna vez me asombró que los hombres pudieran ir al martirio por su religión. Temblaba de pensarlo. Ahora ya no tiemblo; podría ir al martirio por mi religión- El amor es mi religión-, y podría morir por él....

Me has cautivado con un poder que soy incapaz de resistir; y sin embargo lo era hasta que te vi; y desde que te he visto me he esforzado a menudo en razonar contra las razones de mi amor. Ya no puedo hacerlo, el dolor sería demasiado grande. Mi amor es egoísta. No puedo respirar sin ti....

Tu afectuoso
JK

(?) de febrero de 1820

Mi queridísima Niña:

Según todas las apariencias tengo que estar separado de ti tanto como sea posible. Cómo seré capaz de soportarlo, o si no será peor que tu presencia ocasional, no puedo decirlo. Tengo que ser paciente, y entretanto tienes que pensar en ello lo menos posible. No permitas que detenga por más tiempo tu ida a la Ciudad - puede que no haya final a este encarcelamiento.

Quizás sea mejor que no vengas antes de mañana por la tarde: sin embargo envíame sin faltar un buenas noches. Conoces nuestra situación - la esperanza que hay si yo me recuperara tan pronto - mi propia salud no me tolerará que haga ningún esfuerzo.

Me han recomendado que ni siquiera lea poesía y mucho menos que la escriba. Desearía tener un poco de esperanza. No puedo decirte olvídame - pero diría que hay imposibilidades en el mundo. No más de esto - No soy lo suficientemente fuerte para quitarme el hábito - no hagas caso de esto en tus buenas noches. Ocurra lo que ocurra yo siempre seré, tu queridísimo Amor

Tu afectuoso
J.K.-
ial in3 � l " x�R HKI style="margin: 0px; padding: 0px; border: 0px; outline: 0px; font-size: 12px; vertical-align: baseline; background-color: transparent; background-position: initial initial; background-repeat: initial initial;">Me han recomendado que ni siquiera lea poesía y mucho menos que la escriba. Desearía tener un poco de esperanza. No puedo decirte olvídame - pero diría que hay imposibilidades en el mundo. No más de esto - No soy lo suficientemente fuerte para quitarme el hábito - no hagas caso de esto en tus buenas noches. Ocurra lo que ocurra yo siempre seré, tu queridísimo Amor

Tu afectuoso
J.K.-

1 comentario:

Isa dijo...

Vaya, pobre, pues sí estaba delicado que no podía emocionarse ni escribiendo, ni leyendo poesía. Bueno, yo creo que esto no le hace daño a nadie, pero no soy médico.
Interesante escrito.
Saludos y besos