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Bienvenida



Necesitamos compartir, necesitamos comprender, y solo podemos hacerlo mediante la palabra y toda otra forma de comunicación gráfica, gestual; que ingrese por nuestros sentidos, que emitan nuestros labios, nuestras manos, el cuerpo todo.

Para nosotros, para las personas, la comunicación fundamental, principal, se realiza por medio de la palabra, sea oral o escrita. Vivimos en un océano de palabras y señales comunicativas y la falta de ellas es como la falta de oxígeno a la vida. Sin ellas empobrecemos y en soledad podemos llegar al extremo de morir por ausencia de comunicación que en definitiva es ausencia de cariño, de amor; porque el opuesto, el odio, o simplemente la indiferencia, no permiten las palabras, no permiten la conexión, la comunicación. Solo se comunica, solo se habla cuando se desea comprender, cuando hay un principio de amor. Para ello, para compartir y comprender proponemos estas TARDES DE MATE Y CUENTOS; en ellas trataremos de alimentarnos de palabras, conocerlas y reconocerlas para llegar a tener una mejor comunicación, una riqueza y soltura del lenguaje.

Antonio G. Guzzo


domingo, 18 de abril de 2010

María Esther Robledo B. - Cuatro palabras


Cuatro palabras

Solo conocía que la oscuridad era noche y el sol, día.

Que sus primos estaban en la otra casa y que se llegaba a ésta por distintos callejones cubiertos de parras.

Que después de los corrales estaban las viñas y luego los alfalfares y el mimbre y la yuca para limpiar la ropa.

Y que en las noches de verano en las acequias, cuando tocaba el agua(1), podían cazar ranas que freirían por la mañana.

Que meterse al corral de las ovejas y enfrentar al carnero y luego correr hasta alcanzar la puerta, era cosa de hombres.

Que silbar era malo delante de los mayores y si lo hacía, iría junto a la higuera allá en los corrales.

Que la casa grande o vieja, donde estaban los abuelos, eran tardes de primos y pelota prisionera y rodillas empolvadas.

Que por el frente de su casa estaba la calle enripiada sombreada por eucaliptos que plantó su abuelo.

Que por allí legaba el ganado al matadero y que las vacas rojas eran bravas.

Y que los truenos en verano eran como el ruido que hacían los carros de Marcolino al andar por su calle.

La calle...

La calle era para ella como un patio más de esa casa heredada por su padre, cuyas líneas divisorias eran un “hasta aquí” del abuelo que quería que en el futuro sus hijos no se distanciaran por el reparto de la herencia.

Pero sus pasos y los de las luciérnagas no tenían límites.

Porque para ella el futuro...

¿Que era el futuro?...

Quizás que su cuerpo cambiara, que su cara se llenara de calor frente a una mirada. Y que esa calle que se llenaba de trotes y crujidos de carretelas que pasaban por la noche en verano, se llenara poco a poco de motores y luces.

Quizás por aquel entonces comprendió que entre su casa y la calle había una puerta. Y que lo suyo terminaba allí.

Pero a ella no le faltaba nada. Tenía la casa, el damasco, las parras, la higuera, el corral, el callejón, el patio de las tardes de juegos y las sombras de los jazmines y el agua de las acequias. Y los mimbres y las chamuschinas y los tordos, y a Silvia, Raúl, Mario, Inés, Margot, Daniel, Miguel, Alicia, Dedé, Horacio, Carlos, Hugo, y a Cuca y al abuelo; porque la abuela se fue sin darnos cuenta.

Quizás lo descubrió un día en los silencios prolongados del abuelo.

Y a papá y a mamá, lógicamente.

Más un día le dijeron que estaban alambrando, porque allá cerca de las tapias pasaría la ruta y que en los alfalfares habían hecho muchas casas.

Entonces el abuelo se fue con las viñas nuevas y las ovejas y las vacas.

Pero ella seguía teniendo sus hermanos, sus primos. ¡Ah!... y papá y mamá lógicamente.

Aunque, a partir de allí, algunas cosas cambiaron.

Ya no hubo carneos. Ni días de esquila, ni toros bravíos, ni vacas que ordeñar.

Algunos momentos eran difíciles porque eran pobres.

Claro, porque había pobres y ricos. Y gente que estudia y que eran doctores o ingenieros o que sabían hacer negocios y avanzar, y sacar y hechar a la bolsa.

Su padre era maestro no más, como su madre.

Y sus tíos paternos tampoco eran doctores ni abogados, ni ingenieros; ni eran hábiles en los negocios y aquello que recibían se les esfumaba, se les escapaba de las manos.

Si, su padre era maestro, maestro de campo y vendedor de alpargatas y elásticos y yuyos.

Si, todo le era difícil ya.

Pero ellos si estudiaban y serían algo; mientras el límite se hacía en el fondo y la ruta crecía y la calle del frente se llenaba de sol por la ausencia de los eucaliptos.

Y ella fue maestra no más, como su madre.

Todo era natural, normal, como la risa y la lágrima.

Como tener esposo, hijos, casa en un recodo de la casa vieja.

Y aunque en las Navidades no había tinajas con clericó y bailes y fiestas corrida del 31 al 2, había una mesa tendida llena de hermanos y Mamá y Papá en casa, naturalmente.

Pero la vida, dibujada desde arriba, enfrenta a los seres y los estremece. Y ella conoció el vacío. Papá ya no estaba. Solo le quedaba Mamá, los hermanos y la casa donde había nacido, y la casa vieja, la de los abuelos.

Y ese recodo en la casa vieja que empezaba a crecer sin que ella lo notara, con los mismos parámetros, a pesar de las preguntas que surgían sobre aquella familia desgajada.

Alguien, al pasar, le dijo:

- Fueron buenos nada más - Y sus ojos se abrieron en la extensión posible.

Se vio encanecida, sin globo de colores en las manos.

A la casa donde había nacido, le sobraron patios, viñas y habitaciones Mamá ya no podía con las plantas y el desgaste. Había que venderla.

Se preguntó entonces si esa tierra heredada, suya desde sus primeros días, era vendible.

Si esa pieza hecha por su padre, donde nació, cada adobe, cada horcón, cada árbol, cada yuyo era vendible.

Y fue recuerdo...

Las tierras se vendían, su tierra de otro.

Un retorcerse, un querer cavar con sus manos su vientre y cubrirse de ella como cuando niño.

Y vinieron de nuevo las cuatro palabras. “Fueron buenos, nada más”

Ya no lastimaban, eran piropos. Buenos, nada menos, como sus recuerdos,

Y no supo hasta que punto hubiera querido ser rica; y sin luciérnagas, sin rodillas sucias, sin casa de adobes y pan casero; sin cuentos, ni familia que hombro a hombro, pelea la vida.

Su nueva casa crecía, crecían sus hijos y era rica en matices que grabó el ejemplo de esos seres queridos, tal vez buenos, nada más. ¡Que maravilla!

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(1)Por ser zona desértica, el agua para riego se distribuye por canales y cada zona tiene su día para regar sus sembradíos
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Datos del Autor
María Esther Robledo B.
(San Juan –Argentina- 1947) Poeta y narradora. Docente. Artista Plástica.
Libros publicados “Huella” y “Verde Esmeralda (poemas) y “Tejiendo Colores de Otoño” (cuentos) Tardes naranjas
.Premios: 2º premio Concurso municipal de cuentos, 1983. Tres Primeras menciones Concurso José Hernández1986-87-88 (cuento)
1º premio concurso organizado por F.F.H.A. e Instituto Ricardo Güiraldes1989 (cuento).
2º Premio Poesía Concurso de Poesía de la Asociación de Jubilados, Pensionados docentes y no-docentes de la U.N.S.J. Año 2002
Participa Encuentro de dos Mundos Antología UNESCO 2001__Encuentro con la poesía Sanjuanina (1984) Narradores y Poetas de San Juan.-- Y Atlas Socioeconómico de San Juan (2000)
Antología Internacional Poesías de Raíces Mágicas (2004) México-
-Conducción y redacción de la audición “Desde el hacer de las Palabras”
Por radio Nacional desde año 1998-hasta el 2000 y en radio Universidad. FM. 93.1 desde el año 2000 hasta la 2006.
Creadora y coordinadora del Encuentro Internacional Comunitario de Escritores “Entretejiendo desde el hacer de las palabras” en San Juan Argentina. Desde el 2005
2005---Reconocimiento del Ministerio de Educación, Secretaria de Educación Dirección de Educación Superior, Red Federal de Formación docente Mejoramiento de la Expresión oral y Escrita por contribuir eficazmente al “Mejoramiento de la Expresión Oral y Escrita” de los alumnos de la Provincia de San Juan
26-2-2005 -Jurado de Textos del Concurso Educativo Ambiental “Medio Ambiente y los Chicos”
Reconocimiento en diferentes escuelas de San Juan por incentivar lectura y creatividad
Socia Internacional del Instituto Historia y Geografía de Goias dado en reconocimiento a un servicio excepcional para la cultura y la integración de América Latina.

http://www.artistasdelatierra.com/artistas/Maesther
http://entretejerpalabras.blogspot.com/ 

5 comentarios:

Cecilia dijo...

Este relato es profundo y verdadero, como la tierra ..
Si me permitís Antonio, lo llevaremos a una tarde de lectura y mate.
Un abrazo muy fuerte a la autora! y otro a vos.

Malena dijo...

Ante tal maravilla, y emociones compartidas.., solo me brota del corazón, decirles..

¡Gracias por hacer de la belleza,
algo cotidiano.., en mi vida!!!!

Les requiero..,Antonio, MªEsther,
y, les envío mi gratitud eterna!!

Afectos!

Male.

Laura Beatriz Chiesa dijo...

MARÍA ESTHER: que bello recorrido en el relato, querida amiga. Aplausos. Te abraza,

María Esther Robledo B. dijo...

Cecilia, Malena, Laura; bueno tu me conoces. Solo cabe decirles gracias me dan con su palabras un gran apoyo. Aunque se que nunca dejare de escribir, no sería yo. Pienso que todo escritor (miren lo agrandada que soy) necesita saber si las palabras elegidas dicen en parte lo que quisimos decir.

Gracias por hacer un paréntesis en su espacio y detenerse en “Tardes de mate cuento” para compartir este “Hacer de las Palabras” como suelo decir a su creador le da vida.

Cecilia dijo...

Bueno, las gracias las doy yo María Esther. Por todo lo que sentí al leerte .. fui transitando la vida de una familia apegada a la tierra, como muchas .. como quizás alguna muy cercana ..
Las palabras me hablaron de hechos en el tiempo y de sentimientos.
Quizás por compartirlos o por entenderlos muy a fondo, el relato me llegó.
Gracias por ello.
Un abrazo.